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Cuando la locura se materializó en el cervantes

Tiestes y Atreo más que una obra es una experiencia, de la que no se puede participar pero durante la cual se puede razonar mucho al respecto. Una prueba de hasta dónde estás dispuesto a tolerar que un padre maltrate a su hijo, incluso si ocurre de una manera totalmente abstracta e imposible de relacionarse con tu realidad actual.

 

No tiene un sentido lineal, en ningún momento. No hay una trama que mueva la historia, más allá del mito griego que le da nombre y razón de ser durante el segundo acto. Los personajes no se mantienen siendo los mismos de principio a fin, sino que las actrices pasan de interpretar un payaso a un rapero, el integrante de una banda a un rey. Son universos totalmente distintos que se empalman uno atrás del otro, con la finalidad de impactar al espectador. Es como si lo sentaran en una montaña rusa, y lo lanzaran abruptamente hacia un lugar desconocido. La dirección que está por tomar su carrito se distorsiona y de repente ya no sabe si va hacia atrás, hacia adelante, o hacia arriba. Pero el mensaje es claro: los padres, a lo largo de las distintas épocas, y de innumerables formas, se las han arreglado para arruinarle la vida a sus hijos. O directamente no los tuvieron en cuenta a la hora de tomar decisiones, no los cuidaron como ellos lo habrían merecido.

Las actrices que la representan son la principal causa de que uno salga del teatro sin saber qué sentir. Se las puede amar, como odiar al mismo tiempo. Con su talento y capacidad escénica te llevan a creer que son víctimas, como asesinos; monstruos, como padres tristes por sus pérdidas. A los gritos o en murmullos, pueden pasar de tocar un instrumento a subirse a una mesa y gritar mientras saltan. Pasan de ser delirantes a soltar monólogos y soliloquios que parecen eternos, de una cordura y una seriedad que nos dejan pensando, incluso cuando ya cambió la escena y la situación. Tal vez no entendemos el porqué de cada reacción, pero sentimos lo mismo.

Hay incluso en el elenco cuatro nenas que protagonizan el primer acto titulado Escila, y que lo hacen a uno enternecerse como asombrarse de la dureza que poseen. Niñas astutas que tuvieron que convertirse en adultas antes de tiempo, para defenderse de los monstruos que las acechaban. Y que crearon sus propias técnicas para no sentir más dolor, cuando el mundo exterior las quisiera devorar. Honestamente sorprendentes, cada una de ellas. Me llenaron de orgullo al saber que hay buen teatro para rato.

La puesta en escena también tiene mucho que ver con que el experimento llegue a buen puerto. Escila no sería lo mismo sin su paredón alto con lámparas de alumbrado público y una enredadera; ni sus autos oxidados, o el cuarto donde las cuatro nenas miran televisión hasta que suenan las sirenas y deben huir de su zona de confort. El banquete durante Caribdis no sería lo mismo sin el gran cuadro similar al de Saturno devorando a su hijo, en versión femenina, y su larga mesa donde sucede la imagen plástica tal vez más bella y bizarra de la obra: sentadas como en la última cena, las doce actrices devoran al mismo tiempo, moviendo el brazo al compás de un tambor escalofriante, un pastel hecho de los cuerpos de los hijos de Tiestes y Atreo.

 

Aunque lo intente, no hay palabras que definan el delirio que presencié esas dos horas en el Cervantes. Como no hay fibras que hayan quedado sin tocar esas actrices, ni pensamientos que no hayan logrado disparar. Al mejor estilo brechtiano, el teatro se volvió el móvil que lo hiciera a uno sentirse identificado como rechazar lo que estaba viendo, pero siempre a causa de un propio razonamiento.

Tiestes y Atreo está en el Teatro Nacional Argentino- Teatro Cervantes, hasta el 10 de agosto del 2019.

Escrita y dirigida por: Emilio García Wehbi (a partir del texto "Tiestes" de Séneca)

Elenco: Maricel Álvarez, Florencia Bergallo, Analía Couceyro, Carla Crespo, Érica D' Alessandro, Verónica Gerez, Cintia Hernández, Mercerdes Queijeiro, Jazmín Salazar, Mía Savignano, Lola Seglin, Lucía Tomas.

Coach niñas: Aymará Abramovich

Duración: 120 minutos.

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