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Los árboles mueren de pie

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Teatro Columbia

      20/10/19

Ahí sobre la mítica Avenida Corrientes, entra las históricas pizzerías y los grandes teatros más sinónimo de entretenimiento que de arte; existe una escalera hacia abajo capaz de teletransportarte a cualquier teatro del under, ajeno a ese lugar que lo rodea y que a veces peca de superficial. En un horario normal, de un día cualquiera, la entrada al teatro Columbia podría pasar desapercibida para quien camine sin mirar. Pero los domingos a las 18 en punto, yo les recomendaría que no ignoren los gritos eufóricos que de allí provienen, invitándolos a bajar.

Los árboles mueren de pie es la primera obra de teatro que leí siendo chica, y probablemente la culpable de que no conciba la vida sin algún periódico escape hacia la ficción. Tal vez por eso, aunque no tuviera referencia alguna, trataba de que mi expectativa no fuera alta para no llevarme una desilusión. Sin embargo desde el inicio de la obra me recordé que la realidad nunca superará a la propia imaginación y me dejé llevar por la manera que ellos proponían de contarme la historia, un poco más cerca de la locura al principio, y mucho más melancólica al final. Sorpresivamente me terminé llevando la mayor satisfacción y hasta derramé alguna lágrima por una historia cuyos hechos conocía de memoria, pero no fueron lo mismo cuando se pusieron en acción.

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No sólo respetan cada palabra del texto original, con la dificultad que eso conlleva al tratarse de diálogos tan antiguamente formales, sino que lo hacen propio y la cercanía que sentía con ellos ya no era meramente física, por tratarse de un espacio reducido, sino que también empatizaba con su situación tan individualmente colectiva. Todos nos volvimos cómplices de esos dos actores que llegaban a una casa, por pedido de su dueño, para hacer sentir bien a su esposa.

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Cabe destacar, ante todo, que la puesta en escena de la obra no es lo primero que uno ve. Las telas pintadas a mano y las paredes de cartón de distintos colores desaparecen cuando la acción se traslada a la casa donde la abuela recibirá por unos días a un falso nieto al que extrañaba. Ahí sí vi lo que yo también había imaginado. Las mesas con sus mantitas de hilo, los cuadros, los muebles. Si cerraba los ojos probablemente hubiera sentido el aroma que el paso del tiempo le da a la casa de todas las abuelas del mundo. Pero es imposible perderse pensando en otras cosas, cuando es tan atractivo lo que está frente a uno en plena acción.

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Si bien todas las actuaciones son correctas, y puede distinguirse en cada uno el color, las intenciones y el deseo que expresan; ésta es la primera vez que siento que el foco está puesto en una persona mayor y que ésta se ganó el interés de todos, incluso más que los mismos protagonistas. Porque la abuela fue en mi opinión la única a quien su personaje realmente atravesó. Ella no decía sus diálogos para que los oyéramos nosotros, sino porque ella misma necesitaba hacerlo, tenía un deseo latente y un dolor que procesar. Nos enterneció hasta la médula con todo ese cariño contenido que no podía demostrar y se ganó nuestra total admiración cuando una mala noticia pareció vencerla, pero la fortaleza de su cuerpo y su rostro pudo más y le ganó. Nadie salió de allí sin querer tenerla de abuela.

 

En resumen, es una historia chiquita de una familia como las tantas otras en las que el joven rebelde pega el portazo y se va. Pero lo bien interpretado que está el recurso de los actores, actuando de que son actores ¡que actúan para pasar desapercibidos! se lleva de mis opiniones, la mejor. El espacio está bien aprovechado, encontraron equilibrio en lo dinámico, hay entradas y salidas, gritos desde el off y cambios de vestuario bellísimos. Es emocionalmente movilizante, y artísticamente hecha con mucho amor. Nos transmitieron esperanza, con lo difícil que es eso en éstos tiempos, y dotaron de vida incluso a los árboles, que mueren de pie.

                                                                                                                                                               

Julieta Dahbar

                     

(Ésta obra ya no se encuentra disponible en cartelera)

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