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La pregunta que todos los padres temen hacerse

¿Qué va a pasar Después de Nosotros?

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23/01/2020 - Paseo la Plaza

Cae la noche en el Paseo la Plaza y los que no se sentaron a disfrutar de un trago en las mesas, están subiendo la escalera hacia la sala Pablo Picasso. La euforia es grande o la acústica es demasiado buena, porque se los oye a todos dialogando encendidos con sus acompañantes sobre qué esperan o creen que sucederá en breve. Somos así, no podemos simplemente entregarnos a lo que pase sin sentirnos preparados de antemano. No es para menos, el simple nombre de Julio Chavez en el programa ya es causa justa para una expectativa elevada difícil de defraudar.

Esta sensible pieza teatral nos trae a reflexión la difícil situación, muchas veces admitida sólo en secreto, de los padres que no pueden envejecer tranquilos ante la incertidumbre de qué pasará con sus hijos discapacitados y totalmente dependientes, una vez que ellos hayan muerto. Frente a un mundo cada vez más competitivo e inhumano, son pocas las posibilidades laborales para este sector de la sociedad muchas veces marginado y subestimado, que no goza del apoyo que podría facilitar su enseñanza, lo que les hace mucho más difícil el camino. Sin embargo el texto no gira entorno al hijo sino al padre, porque en él, el tiempo corre mucho más rápido.

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El derrumbamiento emocional de Juan (Julio Chavez) comienza el día en que escucha cómo Mercedes (Maria Rosa Fugazot) la niñera de hace décadas de su hijo, lo critica a sus espaldas. Exasperado por cómo hiere su orgullo con un plomero ajeno a la familia, la echa a los gritos y le prohíbe la entrada a su casa. Naturalmente, su hijo Federico (Matías Recalt) se entera y se enfurece con su padre tildándolo de cruel, por haberle quitado a la única amiga que lo acompañaba en el día a día. De este hecho que podría pasar como cotidiano, se desprende, poco a poco, un detrás mucho más profundo que Andrea (Alejandra Flechner) mamá de Federico y ex esposa de Juan, intentará sacar a luz para resolver de una vez por todas. Juan no es feliz y aparentemente no quiere serlo. Hace cinco años que él corre con la crianza de su hijo excepto por los fines de semana en que Federico visita la casa donde su madre está viviendo con su actual pareja. A pesar de que él asegura tener “todo bajo control” no logra salir adelante y una duda lo carcome por dentro haciendo que la felicidad de tener un hijo se vea empañada por la amenaza del futuro que parece querer arrebatárselo.

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El comienzo, como acostumbra a escribirlo la dupla Chavez-Mansilla tiene el estilo Shakespiriano de la introducción hecha por personajes que poco afectan a la trama. Presentándonos así, de antemano, cómo está compuesta la familia y algunas de sus características particulares. Para cuando aparece Chavez en escena todos sabemos que está furioso y nadie se atreve a aplaudirlo por si eso arruina el momento maravilloso en que su propia empleada le saca el cuero sin saber que está siendo escuchada. Sin ir más lejos ni bien aparece él en escena, la persona sentada junto a mí le dijo a su acompañante “ahí está” y sí, eso resume un poco lo que todos pensábamos. Ahí está y eso significa que nunca dejará de estarlo. Porque Julio logra una presencia entera en escena, una entrega total en cuerpo y sentimiento que pocas veces se ve en las tablas del teatro argentino. Es imposible que pase desapercibido o que no se entienda lo que está sintiendo. Sabe transmitirlo a la perfección.

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El espacio, al igual que la anterior obra protagonizada por Chavez y Suar – Un rato con él – es el living de lo que suponemos una casa amplia y de buen nivel. Tiene piso de madera y una gran biblioteca con manuales de cine y posters de la misma temática. Pero un detalle de la puesta en escena, difícil de pasar por alto, genera un interrogante desde que entramos a la sala: qué es ese agujero enorme en la pared y porqué el caño está tan a la vista. De ahí el plomero con el que Mercedes habla, el despido de la empleada “desagradecida” y de ahí toda la acción. Porque todo el espacio convive a la perfección con las personas que lo habitan. Chavez lo recorre de un lado a otro, esquivando el desorden, escalón y sillones, con comodidad. Como si pudiera hacerlo con los ojos cerrados, recordándonos a todos en nuestras propias casas. La puerta de entrada, la que da a la cocina y a las habitaciones generan un flujo equilibrado de entradas y salidas hasta que la acción se centra en el sillón, volviéndose más íntima y es entonces que llega el momento de la confesión: el pico más alto de angustia que hace quebrar a un Chavez brabucón hasta el momento, pero experto en la materia de arrancarle una lágrima a todos y cada uno de los espectadores.

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Sobre Matías Recalt, basta decir que está a la altura de las circunstancias. Toma a la perfección el lugar que se le da, desde que inicia su participación nos enteramos de su particularidad a partir de su cuerpo y eso, mis amigos, es lo que necesita el teatro. Actuar es accionar, no solo reaccionar y contestar, y Matías es especialista en ello. Va, viene, se enoja, se preocupa. Constantemente cambia de temple y es adorable por donde se lo mire. Con él, el teatro del futuro es esperanzador. Alejandra es correcta, me recordó a todas las madres “relajadas” que conozco, de esas que disfrutan el sólo estar cerca de su hijo sin preocuparse de si se está embarrando porque total… después se lava. Un personaje hermoso y fielmente contraria al de Julio, logran (como cualquier matrimonio) una dupla que tiene sus diferencias pero por eso mismo se complementa a la perfección.

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En cuanto al texto, es una historia chiquita, de esas que uno sabe que suceden en más casas de las que querría, en cada lucecita que se ve encendida en un edificio siendo de noche, en cada chimenea con humo de día. Pero necesaria al fin, porque padres e hijos entendimos que aunque es normal tener miedo, el futuro no tiene que ser una amenaza si el presente está lleno de amor y paciencia. No está mal pedir auxilio cuando algo nos sobrepasa, no está mal perder el control de una situación y entender que eso también nos hace humanos. Bravo por los actores, por el texto dinámico, divertido y realista, por las emociones a flor de piel con las que salimos todos del teatro y el aplauso de pie de por lo menos el 80% de la sala. Bravo por el buen teatro.

 

Julieta Dahbar

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Ficha técnica

Dirección: Daniel Barone

Texto: Julio Chavez y Camila Mansilla

Producen: Suar y Laviaguerre

Elenco: Julio Chavez, Alejandra Flechner, Matias Recalt, María Rosa Fugazot, Mariano Muso. 

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Paseo la Plaza, sala Pablo Picasso

Lunes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo - 20:15 hs.

(Entradas con descuento del %50 en Ticket - Buenos Aires)

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