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ADELA DUERME SERENA

El teatro cervantes me recibió de nuevo pero ésta vez no fue en su sala principal sino que subimos la escalera hacia una sala hasta el momento, para mí, desconocida. Unas gradas de madera, sillas individuales isabelinas ubicadas sobre ellas en semicírculo y el escenario, que era el suelo, ya disfrazado de hogar familiar. Sentí que éramos poquitos los invitados y que nos querían bien cerquita de los hechos, porque íbamos a presenciar la revelación de un secreto familiar.

Para quien nunca tuvo un conocido con alzheimer la presencia de dos de los personajes podría confundirse con algo sobrenatural. Y es que, Adela del futuro, una señora mayor que se mueve insegura por el lugar y mira todo a su alrededor conociéndolo; no emite palabra alguna y sólo es vista por el hijo menor. Mientras que el joven que sólo entra, sale y toca la guitarra, también perturba a “Adela del presente” que al sentirlo entrar dice “algo pasa”. No es hasta el final de la obra, cuando uno ata todos los cabos sueltos y entiende el relato como una conjunción de flashbacks que suceden en la mente de la anciana; que caemos en la cuenta de lo que anteriormente sólo sentíamos como episodios aislados difíciles de explicar. Primero hay que sentir lo que sucede, y después entenderlo para empatizar.

Adela es la madre de dos chicos que de un día para el otro se entera de la necesidad de su esposo de huir hacia la ciudad. No pudiendo retenerlo, porque él argumenta necesitar encontrarse para ser mejor padre (a lo lejos) se despiden para siempre y desde entonces comienza el deterioro de su hogar. Adela puede pasar por loca, es errática en sus movimientos y cambia constantemente de estado emocional; pero el amor que siente por sus hijos es indiscutible cualquiera sea su forma de accionar. A su manera, todo lo que quiere es protegerlos.

Las actuaciones te hacen sentir que ésta es una familia de verdad, los vínculos funcionan así como nos damos cuenta de que el matrimonio ya no lo hace. Adela es un personaje entrañable como odioso, hasta que entendemos que sufre una enfermedad. Y los hijos, cada uno defendiendo su postura y en distintas etapas de la vida como lo son la adolescencia y la infancia, terminan tomando distintos rumbos para finalizar los cuatro divididos entre los dos que se quedan y los dos que se van.

 

Toda la banda sonora de la obra merece una felicitación, volvieron con sus tambores y sus canciones que pasan de ser tocadas en vivo por el hijo menor “del futuro” a extradiegéticas de manera natural. Todos los actores son también cantantes y nos brindaron uno de los momentos más emocionantes de la historia, cuando el tiempo no los diferencia y ella los ve tan cerca que sonríe encantada.

Como es una hora de puros flashbacks, la vida cotidiana no se vuelve tediosa por los constantes cambios de lugar, de vestuario y de actores en escena. Y en cuanto uno se distrae, prestándole atención a lo que sea que haga la Adela “del futuro”, siempre sentada en su sillón, algún grito, canto o canción lo vuelve al centro de la acción.

 

Ésta obra es la prueba de que con un texto excelente, poquitos actores pero los indicados, y una única puesta en escena donde pueda desarrollarse toda la acción, alternando entre el comedor y los sillones; la historia puede fluir de manera perfecta y dejarnos a todos con un mensaje conciso y directo al corazón.

Ficha técnica

Autoría: Teo Ibarzábal

Actúan: Amanda Busnelli, Valentino Grizutti, Laura López Moyano, Mariano Sayavedra, Emilio Vodanovich

Vestuario: Lara Sol Gaudini

Escenografía: Santiago Badillo

Iluminación: Santiago Badillo

Música original: Federico Marquestó

Asistencia de dirección: Matías López Stordeur

Producción: Silvia Oleksikiw

Dirección: Andrea Garrote

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